Buenos Aires -

Esta mañana Ferro jugó una nueva serie de amistosos cuando enfrentó en Caballito a Colegiales. Los titulares de Oeste igualaron 0 a 0 con el conjunto de Munro. Mientras que los suplentes del Verdolaga cayeron 1 a 0, anotando para el Tricolor Santiago Camacho a los 17 minutos de la primera mitad.

Los titulares de Ferro alinearon a Andrés Bailo; Hernán Grana, Gabriel Díaz, Matías Mariatti, Rodrigo Mazur; Fernando Miranda; Nicolás Gómez, Walter Busse, Nahuel Maidana; Lucas Pugh y Franco Pulicastro. Luego ingresaron Pablo Ortega x Maidana (lesionado), Guido Milán x Díaz (reemplazado por agredirse con Martín Lucero), Federico Murillo x Miranda y Matías Ramírez x Pugh.

Los suplentes de Oeste formaron con Nicolás Avellaneda; Lucas Souto, Guido Milán, Arián Pucheta, Lucas Ferrari; Cristian Carrizo; Carlos Airala, Rodrigo Brandán, Lionel Segovia; Matías Ramírez y Joaquín Bahía. Posteriormente ingresaron Misael Tarón x Milán, Kevin Vázquez x Ramírez, Erick Granados x Carrizo y Lucas Román x Airala.

Amnesia
Quedarse con el escándalo de la pelea, con retumbe mediático que generaron entre Gabriel Díaz y Martín Lucero, de Colegiales, sería mirar hacia otro lado de la problemática de Ferro, a las puertas de recomenzar el campeonato: la ya agravante y alarmante falta de juego, que si se suma a las constantes lesiones físicas que acarrea gran parte del plantel, se puede conjugar en una preparación totalmente fatal.

Cordon priorizó esquema por sobre nombres y ante tantas bajas por lesiones incluyó en la ofensiva a Pulicastro, haciendo las veces de Toloza, y a Pugh, en lugar de Bordacahar, aunque si bien ambos presentan características totalmente disimiles, la raíz del problema nuevamente se acentuó en la nula generación de juego, de un equipo que ya parece haber sufrido amnesia, con respecto a sus mejores versiones anteriores, de competencia oficial.

Fue lento y predecible en el intento de cohesionar sociedades. Careció del factor sorpresa, para que alguno de sus intérpretes rompiera su sistema posicional al atacar un espacio al vacío. Todo eso lo volvió predecible, y ante cualquier esquema de repliegue en bloque bajo o medio, recurría a la lateralización sin profundidad, con un pase vertical que rompiese líneas.

Así, se mostraba posicionalmente estático. Pugh no tenía la fluidez y libertad que se le conoce al Chapu y apenas se mostraba como un segunda punta que intentaba buscar por detrás de Puli, quien hacía un trabajo más sacrificado, muchas veces saliendo de su zona de confort, para intentar generar con rebotes, lejos del área y de espaldas al arco, aunque esto aumentaba la escasez de peso en ofensiva al perder la referencia principal.

No sólo fallaba en la capacidad de desmarque, sino también en la nula circulación de pelota, para encausar una cadena de pases que lograra encontrar al hombre libre. Esa monotonía de posesión, solamente podía romperse con aceleración en el circuito interno, con control y búsqueda de opción de pase. Aunque sus intérpretes de buen pie, volvían a mostrarse imprecisos.

Busse, que fallaba en la ejecución y en la toma de decisiones, no lograba ser el conector que el equipo necesitaba en las distintas alturas del campo, por el carril interno. Para colmo, la frescura y gambeta que podría haberle aportado Maidana, quien arrancaba como titular, de a poco de desdibujaba ante la lesión del riojano, con un Ortega que entró en la misma confusión que el resto. Grana y Mazur, tampoco eran alternativas por los costados. No terminaban de desnivelar para generar un 2 contra 1, ante los laterales rivales y siempre fueron bien tomados.

También el equipo perdió la intensidad en campo rival, esa arma destacada, que ante la problemática de la ausencia de sociedades en ofensiva, le desbloqueaba problemas al forzar el error del rival. Al buscar atacar la pelota ante la pérdida, ya lo hace de forma descoordinada, dejando importantes huecos que facilitaran la transición del rival, aunque al conjunto de Munro, de otro bajo vuelo futbolístico, sólo intentaba saltearse líneas para intentar llegar al arco de Bailo, con envíos largos hacia sus dos puntas. Algo que nunca terminó sucediendo, muriéndose el desarrollo en un soporífero partido, entre Ferro que no sabía cómo lastimar y Cole que no podía.

El más criterioso para manejar la pelota y ser el complemento ofensivo necesario, al pisar la medialuna para abastecer a los delanteros o buscar el remate de media distancia fue Nico Gómez. Que con su regularidad, le agregó soltura para hacer un recorrido de campo a campo, y capacidad de cierre en el retroceso para saber cuándo cerrarse y negar caminos. El otro que sacudió un poco el avispero de lo obvio, con su ingreso fue Matías Ramírez, con sus clásicas aceleradas desde la izquierda hacia el centro, desequilibrante con la gambeta, pero sin la oportunidad de conectarse con alguien por dentro para realizar una pared e ir a busca la devolución a zona de definición.

Así, casi en el olvido, salvo por el incidente del final de la primera mitad, terminó pasando el último partido preparatorio de Ferro, donde casi ni inquietó a la visita. Desdibujándose, de más a menos, al igual que todo su proceso de acondicionamiento. Los tiempos de prueba se agotaron. Ahora entre velas y algodones, comenzará la hora de la verdad para un equipo, que solamente perdió a dos jugadores en cuarentena, e igualmente intentará recuperar la memoria futbolística y claridad al momento de la edificación que lo llevó a estar entre los ocho primeros.

Nota: Ale Caruso (@alelordeme).
Síntesis: Gastón Giovanelli (@GastonGiovaFCO).
Fotos: Ferro Oficial.

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