Fracaso con final feliz
Ferro derrotó 1 a 0 a Los Andes, con otro tanto de Lautaro Parisi. Con la victoria y resultados ajenos se salvó del descenso, a una fecha del final, en otra temporada más que olvidable.
No hay nada que festejar. Apenas un desahogo, tomar respiro y barajar para dar de nuevo. Una vez más. Porque el nuevo chasco de este año pudo costar extremadamente caro. Esta vez sí, la toma de decisiones demasiado desacertadas condujo al equipo al borde del abismo. Un conjunto que se armó con la intención de pelear el ascenso, pero que debido a los incesantes manejos improvisados terminó peleando el descenso. Porque la ecuación de la pérdida de categoría no iba a modificar el fiasco de 2025, solo adulterar la magnitud de lo que podría haber sido. Ya que cuando todo parecía que se iba al diablo, dos triunfos inesperados en condición de visitante, con sendos tantos del Toro Parisi, hicieron que este estrepitoso fracaso tenga final feliz, por cómo muchos creyeron que venía la mano.
Rondina pateó el tablero. El equipo necesitaba la victoria y otros resultados. Línea de 5 afuera y lo que se pedía, que eran dos líneas de 4, finalmente apareció a dos fechas del final. ¿Pudo haber influido en este sistema menos conservador la liberación del equipo y el margen de error? Pudo haber sido, aunque el método de juego siguió siendo el mismo: la búsqueda con envíos largos a los puntas se mantuvo, poca tenencia y centrales que no priorizaban la salida limpia, precisamente. El gol tempranero, alivió corazones y simplificó el trámite en el que Los Andes pareciera haberse ido de vacaciones hace algunas fechas, aunque por las limitaciones y pobreza del Verdolaga también contó con chances de llegar a una igualdad, como de costumbre, evitada por Monetti.
La sorpresa del XI inicial estaba en el debut desde el arranque de Francisco Cuzzani. Esa variante de agregar a uno más a la mitad de la cancha hizo que Oeste quedara estirado sin tenencia de pelota para cubrir espacios a lo ancho, pero que con posesión, el mediocampo se volviese un diamante, con Olguín en la base, Cosi y Tomasetti por los costados y el Mágico más adelantado. ¿Al equipo le volvió a faltar fútbol? Por supuesto, pero tuvo otra intención. Al sacrificio del errático García y el voluntarioso Parisi, le sumó la llegada de Cuzza al área. Algo a lo que Rondina le costó en su ciclo, volantes con gol, que se pudo dar pero Sebastián López se lo ahogó al estrenado número 10.
Los Andes rápidamente se partió y los de Caballito aprovecharon la zona media para lanzar rápido a espaldas de los laterales rivales eyectados en simultáneo al ataque. De esta forma, sin una referencia clara, era como Parisi se abría a la derecha, García a la izquierda y por el medio buscaba llegar algún volante más. Y si bien fue otro partido de detalles, donde el azar volvió a jugar para Oeste por los dos postes del Milrayitas, fue el mejor partido del equipo de Rondina. No por rival, sino por contexto. Tenía que volver a ganar fuera de Caballito, en una condición en la que le costó todo el año. Por lo tanto, asumió esa responsabilidad del triunfo y con sus armas intentó llevarlo a cabo. Consiguió el gol y trató de protegerlo.
Olguín se adueñó del mediocampo, con Tomasetti más simétrico a su posición, negó posibilidades por los pasillos centrales, al obligar al local a buscar de media distancia o con puros envíos aéreos. Ahí fue donde creció la figura de Meritello para imponerse en la zaga y cubrir los errores de Boolsen. Con espacios, pudo liquidarlo de contra, aunque en la sintonía de todo este torneo, careció de la eficacia necesaria. Porque los de Leonardo Lemos apenas inquietaron, pero el uruguayo y, sobre todo, Lázaro Romero en tres oportunidades hicieron todo lo que estuviese a su alcance para que el resultado siguiese abierto. Pudo habérsele escapado, pudo haberlo ganado por más, pero no le dio más que para la mínima. Y tal vez es el mejor resumen del Ferro ‘25.
El Toro Parisi terminó siendo determinante. Apareció en los momentos que debía aparecer y convirtió los goles más importantes de este funesto año. Esta vez, al ingresar solo por primer poste, tras un centro de Cosi, al capitalizar un envío de Rodrigo Ayala en una segunda jugada de balón detenido, y luego de no agarrarla bien, marcar el tanto del desahogo. Antes esas no entraban pero cuando venís derecho, sí. Y algo pareció cambiar. Llámese actitud o vibra. Aunque una vez más con sus errores, que pocas veces decantaron en gol, Monetti fue el MVP indiscutido de la temporada. No solamente por sus atajadas, sino por la personalidad que contagió a un equipo que parecía anímicamente destruido. Esa confianza propia que construyó para el resto, propios y ajenos. Enfriar el partido, sacar a rivales y cualquier tipo de maña que un arquero de su experiencia puede contemplar, con la trayectoria necesaria para tener permitidos con los jueces. Y que el arquero siempre termine siendo la figura, eso también define el año del Verdolaga.
Supo administrar esa ventaja en un desarrollo parejo, donde a Oeste no le sobró nada y a Los Andes, menos. Algún susto con el ingreso de Enzo Díaz, más por los fantasmas que nos rodean con cada ex, pero en general sobrevivió el partido sin mayores sobresaltos, hasta que Rondina a 10 del cierre volvió a incurrir en la línea de 5 para planchar el juego, ante un equipo de Lomas de Zamora al que tampoco se le cayó una idea. Así, el Verde le hizo probar la misma medicina que tantas veces se atragantó. Poco vistoso, pero justo, así se gana este tipo de partidos donde ya en el epílogo de la competencia ganar no es todo, sino lo único. Entonces, el protagonismo y las intenciones de buen trato de pelota con juego asociado, se esperará que empiecen a aparecer desde ahora, con el suplicio finiquitado.
Oeste se terminó quedando con un típico partido de la segunda categoría. En sus últimas dos presentaciones demostró estar en la mediocridad de una divisional que con orden, confianza, disciplina táctica, alguna aparición individual sobresaliente o acierto de balón detenido, puede llevarte de luchar en el fondo a pelear arriba. Este tren arrancó muy tarde, pero zafó de descarrilar. Nos hizo sufrir por demás, pero se llega a la última estación a salvo. Aunque la terminal ascenso hace más de 20 años que no la pisa. Conformarse con esto, es no darse cuenta de lo que los hinchas merecemos. Los que apoyamos, incluso en los peores momentos, colmamos Caballito en un año horrorífico y exigimos, de una buena vez por todas, que los fracasos se terminen aunque tengan final feliz.
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